Brindis por Álvaro Domecq, artículo de Rafael Peralta Revuelta en el diario La Razón.

Brindis por Álvaro Domecq

Hay un repique de cascos en el patio de la Espléndida. La brisa huele a toro bravo y sabe a Jerez. A La Ina. Al fino de La Janda. A libretas de notas ganaderas y sombreros jerezanos. Hoy la memoria viaja hasta los campos del Sur de Cádiz, por entre los llanos de Los Alburejos. Y vuelven al campo las estampas de un torero Cordobés, Manuel Rodríguez “Manolete”, a caballo junto al niño Álvaro Domecq Romero. Y entre los carretones y la zulla,  crecen los becerros burracos y “coloraos”, nietos de la mejor reata brava. Novillos descendientes de aquellos otros que seleccionara su augusto padre, el referente ganadero por excelencia, caballero rejoneador y Alcalde de Jerez de la Frontrera, don Álvaro Domecq y Díez. En “Los Alburejos” se siguen conservando costumbres centenarias que nacen del amor por el caballo y el toro. Tradiciones que se muestran en el espectáculo “A campo abierto”. La amistad con el Rey Don Juan Carlos le llevó a crear la Escuela Andaluza del Arte Ecuestre,  para mayor gloria del caballo de Pura raza española, aquel que seleccionaran los monjes cartujos. Alvarito Domecq es una escuela de valores. De afición,  de elegancia en el trato,  de coraje, de señorío y de éxito. Una vida llena de triunfos, dentro y fuera de los ruedos. Bajo el ala de su sombrero de ala ancha se dibuja el retrato del caballero español. Opus, Universo, Uranio…, son nombres grabados con herraduras de oro sobre el horizonte de la memoria. Permita que hoy levante mi catavino con un brindis para decir:
Qué suerte tiene Jerez
de tener a un caballero
estirpe de los Domecq.
Garrochista y ganadero,
arte en la plaza y la vida,
Álvaro Domecq Romero.

“Ocultada y Centenaria. Insignias del PRE”. Reportaje sobre estas dos importantes yeguas de Pura Raza Española publicado en la Revista Trofeo A la vaquera. Por Rafael Peralta Revuelta.

El reportaje, publicado en la Revista Trofeo A la Vaquera.
Antonio Miura y José Peña Ortega sobre la yegua “Ocultada III”.

La yegua Ocultada en una exhibición vaquera en SICAB.

Preciosa instantánea de los hermanos Peña Ortega y el amparador Rosendo. Ocultada es la yegua de la izquierda, de capa torda rodada, aún a cuatro riendas, cuando comenzaba a correr becerros.
Espectacular echada que le dio el Campeonato de España de Acoso y Derribo a José Peña Ortega sobre “Ocultada III”, yegua PRE del hierro de D. Aniceto Fernández Ordás.

“Centanaria III” y Joaquín Olivera.

Centenaria, yegua nº 22 del hierro de Peralta.

Joaquín Olivera Peña ejecuta un ejercicio sobre la yegua de Pura Raza Española, Centenaria. Las gradas abarrotadas en una de las finales de Doma vaquera, celebradas en el Real Club Pineda de Sevilla.

Joaquín Olivera Peña y la yegua PRE “Centenaria III”, de la ganadería de Ángel y Rafael peralta. Tres veces Campeona absoluta de España de Doma a la Vaquera (Años 1981, 1982 y 1983). Fotos: Rafael Lemos Santos. 
Ocultada y Centenaria, insignias del PRE
Hay dos nombres de yeguas que son sinónimos de gloria y
leyenda del Pura Raza Español. Tanto la yegua “Ocultada III” como “Centenaria
III”, en décadas distintas, marcaron un hito no sólo en la Historia del caballo
de nuestro país, sino de sus distintas disciplinas ecuestres: el Acoso y
Derribo, y la Doma Vaquera. Cada una, en su terreno, cambiaron el rumbo de la
raza española, rompiendo antiguos conceptos sobre la posible funcionalidad de
los PRE en las diversas modalidades hípicas.

“Centenaria III”, tres veces consecutivas Campeona de
España de Doma Vaquera
El 26 de febrero de 1970 nacía la yegua “Centenaria”. Hija
del semental de Yeguada Militar “Leopardo” y de la yegua “Beduina”, propiedad
de los hermanos Peralta, “Centenaria” llegó a manos de D. Joaquín Olivera con
dos años de edad. Ya, desde potra, se notaba en ella su distinción y una viveza
inusual en sus movimientos.
 Con sólo cuatro años de edad, debutó en su primer
concurso de vaquera, concretamente, en la Feria de La Puebla del Río. Desde el
primer momento, “Centenaria” mostró, en palabras de D. Joaquín Olivera, “sus
buenas aptitudes para aprender”.
 Asimismo, afirma que su carácter era “excepcional”,
con temperamento pero “pura bondad”, y su boca, “como una seda”.  De la
misma manera, su trabajo en la pista lo define como “uniforme y sin titubeos”.
Y es que la yegua “Centenaria” fue tres veces consecutivas Campeona de España
de Doma Vaquera, concretamente, durante los años 80, 81 y 82.  Y le
hubiera correspondido un cuarto campeonato, en 1979, si no se hubieran dado las
circunstancias que el propio protagonista nos narra: “Por entonces, las
puntuaciones se daban en la megafonía antes de terminar el concurso, y
Golondrina, mi otra yegua, ya había ganado. La única que le podía ganar era
“Centenaria”. Cuando me tocó salir con ella, comenzó a diluviar fuertemente, y
por mi juventud, y debido a la euforia de sentirme ya campeón, obvié la mitad
de los ejercicios establecidos y me puse a dar piruetas…  Total, que ese
año ganó “Golondrina”.
  En aquellos concursos celebrados en el Club Pineda de
Sevilla, con las gradas absolutamente abarrotadas -como muestran las
fotografías de la época-, la yegua marcada con el número 22 de la ganadería de
los hermanos Peralta levantó la admiración del numeroso público que allí se
daba cita. El arte de la marisma, el sentimiento y la hondura del campo, el
aire de la Baja Andalucía y la esencia del Guadalquivir se unieron en una
simbosis perfecta: Centenaria y Olivera, Olivera y Centenaria, demostraron como
la perfección de la doma vaquera no está reñida con la juventud ni con una raza
de caballos determinada.
 Se retiró siendo Campeona de España en el año 82,
triunfo conseguido en el Club Hípico La Dehesa de Madrid. Tras esto,
“Centenaria” fue prestada a D. Álvaro Domecq Romero, a petición de éste, para
hacer una gira por España dentro del espectáculo “Cómo bailan los caballos
andaluces”, siendo montada para tal cometido por expreso deseo de su dueño por
D. Luis Ramos-Paul.
 Murió con treinta y un años, en la finca “Puñana”, de
la familia Olivera, siendo homenajeada en 1998 en SICAB, presentándose de la
mano de propietario, D. Joaquín Olivera, con todos los honores, por última vez
en una pista.
“Ocultada III”, Campeona absoluta de España de Acoso y
Derribo en 1991
En el mundo de la garrocha, hay una yegua que marcó un antes
y un después en los campeonatos nacionales. “Ocultada III”, nació en enero de
1984. Hija del célebre semental del Hierro del Bocado “Poseído VI” y de la
yegua “Ingeniosa VII”, “Ocultada III” pertenecía a la ganadería de D. Aniceto
Fernández-Ordás.
 D. José Peña Ortega ya había sido Campeón de España en
1988 con el caballo “Germano”, del emblemático hierro familiar de caballos
anglo-árabes de Manuel Peña Gutiérrez. Tras aquella edición, hubo dos años en
los que no se concursó debido a la epidemia por peste equina.
 Por entonces, D. José Peña ya comenzó a montar en una
yegua torda rodada, morfológicamente “muy proporcionada”, de “cuello fuerte” y
de “buenas piernas”. En muy poco tiempo, ya alcanzó el nivel de “Germano”,
teniendo una gran intuición y listeza, “empleando el conocimiento siempre para
bueno”.
 Su carácter era “temperamental” pero “con buen son”,
con mucho temple. Estaba muy arreglada a la vaquera y jamás trató de protestar
de la cara. Su boca era “dulce”, llevando siempre un hierro pequeño, debido a
su extraordinaria sensibilidad.
 A la hora de correr, destacaba por sus enormes
facultades y su gran corazón, reaccionando brillante y rápidamente ante
cualquier situación, con una gran capacidad resolutiva. Estas mismas cualidades
las mostraba también en los tentaderos de machos, por muchos pies que tuvieran
los novillos, con una elevada capacidad de acierto.
 Al hilo de todo esto, podemos referir una anécdota que
ocurrió en la final del Campeonato de 1991 con D. José Peña Ortega y
“Ocultada”. El concurso se realizó en El Rocío, y por entonces, un mismo
amparador podía correr con dos garrochistas distintos utilizando para ello el
mismo caballo. Rosendo, amparador de la casa, ya había corrido previamente con
D. Juan Antonio Peña (también Campeón de España en el año 1987) la vaca brava
definitiva del último día. Al acompañar posteriormente a su hermano, D. José
Peña, quiso hacerlo con la misma yegua que había utilizado anteriormente. La
vaca brava que correspondió, fue una res de capa berrenda del hierro de Miura,
saliendo con muchísimos pies del rodeo, como es característico en la legendaria
divisa de Zahariche. Al enfilar el cuadrilátero, la yegua del amparador quedó atrás,
teniendo el garrochista que colocarse en el sitio de éste y hacer él sólo la
vaca, hasta que Rosendo se pudo finalmente incorporarse en los metros finales,
haciéndole la collera el máximo de puntos posibles.
“Ocultada” no sólo era sobresaliente por sus facultades,
sino que también destacaba notablemente por su generosidad en el trabajo.
Soltaba “tranqueando”, sin salirse “un sólo tranco de la echada”, “ni hacia el
lado derecho ni hacia el izquierdo”.  Siempre “se ponía en su sitio”, de
tal manera que hasta se podía soltar con ella “con las riendas sueltas”. Estuvo
ocho años al máximo nivel, obteniendo, además del referido Campeonato de 1991,
un Subcampeonato de España en Jerez y otros destacados concursos de la
geografía española.
Dos yeguas, un nuevo horizonte
Quién sabe si “Centenaria III” y “Ocultada III” coincidieron
alguna vez en el campo. Es muy probable que sí, pues fueron los dos jinetes
nacidos en Coria del Río, los que elevaron sus nombres a lo más alto de la
Historia de Pura Raza Español.
Que dos yeguas españolas se proclamaran campeonas absolutas
de España en Doma Vaquera y en Acoso y Derribo constituye, por sí mismo, un
hecho antes nunca conocido. Una época. Un antes y un después en el tiempo.
Fueron dos insignes caballistas y dos yeguas tordas, domadas
a orillas del río grande que llamaron los árabes, los que abrieron un nuevo
horizonte, situando al caballo español en la élite de estas dos importantes
disciplinas ecuestres.
 Por designios de esta vida, ninguna de las dos nos han
dejado descendencia a día de hoy, pero sus triunfos y sus tardes de gloria
permanecen en el recuerdo de familiares y de aficionados de todo el mundo.
La casta, el poderío, la raza, ésa que surge y se forja
entre las llanuras de las marismas tartésicas del Betis, llevaron a dos jinetes
y a sus dos yeguas a galopar hacia la cumbre del PRE, hacia el olimpo de los
elegidos.
Ocultada y Centenaria,
la garrocha y la vaquera.
Dos historias, dos jinetes…
¡y dos yeguas de bandera!
Río del Guadalquivir,
bendito el arte que riega
la memoria de dos nombres,
de los Peña y Olivera.






      Por Rafael Peralta Revuelta.Publicado en la Revista Trofeo A la Vaquera,(Editorial América Ibérica,2012).

“El último sueño de Belmonte”, artículo en recuerdo del genial diestro trianero con motivo del cincuenta aniversario de su fallecimiento.

El genio de Triana, a caballo
Juan Belmonte a caballo, rodeado de amigos.

Hoy, ocho de abril, se cumplen 50 años de la muerte de Juan Belmonte. Sirva este artículo para homenajear a un personaje fundamental en la Historia del toreo (a pie y a caballo)

Carlos V del toreo

Si hay un torero del que todo no está dicho ni escrito, ése es Juan Belmonte. Muy pocos discuten que aquel hijo del quincallero, nacido en el número 72 de la calle de la Feria, sea considerado hoy día como uno de los principales arquitectos del toreo moderno. De aquellas noches furtivas toreando bajo la luna llena en cerrados y ganaderías, el joven diestro aprendería el oficio del arte de Cúchares con un concepto hasta entonces desconocido. Del torero y sacristán de la Iglesia de Santa Ana, Antonio Montes, heredaría esa idea fundamental consistente en darle una mayor importancia al mando de los brazos para alcanzar así una mayor quietud. De esta manera, ese toreo “imposible” de “El Pasmo de Triana” se basaba en un concepto revolucionario: ocupar los terrenos que pertenecían al toro. De ahí la conocida y célebre frase de Guerrita: “Quien quiera verlo, que se de prisa…”.



Al cruzarse al pitón contrario y tener una mayor cercanía a la hora de citar, variaba la dirección de la embestida del toro, y se reducía la velocidad. Como en los tres tercios en los que se divide la lidia, tres son las partes que forman la sublime trilogía de su personalísima tauromaquia: “Parar, templar y mandar”, siendo necesario para ello el “citar, cargar la suerte y rematarla”, introduciendo una nueva estética al adelantar la pierna, sacar el pecho y hundir el mentón. A partir de entonces, todo toreo de corte artista irá acompañado de estas tres últimas componentes. Toreo absolutamente revolucionario para la época, el cual, en muy pocos años, acabaría convirtiéndose en clásico.



Si Joselito “El Gallo” eleva el toreo a ciencia, Juan Belmonte lo elevará hasta darle la categoría de arte. Aconseja olvidarse de cuerpo para torear bien, y con aquellos aires nuevos, va asentando las bases del toreo moderno.


Torero de mandíbula regia, Carlos V de la tauromaquia, Belmonte es el creador de una escuela cuya influencia pervive en gran parte de los espadas actuales. El descubrimiento del pitón contrario, el sometimiento y aguante a las reses, y la innovación estética, constituyen tres de las aportaciones más importantes de un diestro que tuvo –también- tres etapas bien diferenciadas a lo largo de su carrera: heroica, de plenitud y de serenidad. 


Cuentan que “El Terremoto”, como también era conocido, tenía un magnetismo especial dentro y fuera de la plaza, de tal forma que llegaba incluso a adivinar cuál iba a ser el comportamiento de un astado nada más salir de los chiqueros. No fue, como se ha podido afirmar, un torero que necesitara su toro para expresar lo que le nacía del alma. Más bien, como decía Corrochano, Belmonte necesitaba su hora, es decir, ese instante en el que dejaba plasmada su inspiración fuera cual fueran las condiciones de los toros. Sus grandes faenas, sus gestos memorables, solían llegar en sus últimos toros, cuando la tarde caía vencida por las sombras. Los duendes lo visitaban en ese momento en el que nos hacía ver la verdad trágica de su toreo eterno.



El trianero, aquel tímido niño que quiso hacerse cazador de leones, el joven novillero que llevaba en el esportón de torear libros de Chesterton y D´Annunzio, siempre vivió rodeado de una pléyade de intelectuales: Pérez de Ayala, Julio Camba, Zuloaga, el escultor Sebastián Miranda o el escritor Valle-Inclán. Después de su retirada, compaginando sus negocios y ratos a caballo en alguna de sus fincas, sería un asiduo habitual de la tertulia de “Los Corales”, junto con su inseparable amigo Rafael “El Gallo”.





Aquel 8 de Abril del 62 




Es domingo. 8 de abril de 1962. Juan Belmonte viaja desde Sevilla a su cortijo de Gómez Cardeña en su Ford negro, conducido por su chófer particular. Le acompañan las dos señoras encargadas del servicio doméstico, Asunción y Dolores. Dentro de breves días, concretamente el 19 de abril, su Cristo del Cachorro saldrá del corazón de Triana para expirar por las calles de Sevilla. Guarda su papeleta de sitio en su cartera de piel.


Hace buen día, y Belmonte decide acosar unos becerros en compañía de Diego Mateo, el conocedor. A lomos de su jaca “Maravilla”, pasa varias horas galopando y derribando. Se baja. Atraviesa el patio. Cuando llega a la casa, se siente más cansado de lo habitual. Se quita los zahones y la chaquetilla. Lee la prensa del día. Tras pedirle a Asunción que le sirviera un whisky, ordena a las personas del servicio que se retiren. No quiere que nadie le interrumpa ni moleste. Se enciende un puro, mientras lidia, por última vez, al toro de la soledad y de la vejez. Guadalquivires de tristeza van recorriendo su alma al sobrevenirle el recuerdo de los días postreros de íntimo amigo Rafael “El Gallo”, víctima de una demencia senil. “A mi no me veréis nunca así”, llegó a afirmar tras contemplar en la cama el estado en el que se encontraba el Divino Calvo. Su marcada personalidad, a veces, obsesiva, le trae a su mente aquel reciente golpe de tos en el que escupió sangre, cuando pensó que podía tratarse de un asunto grave de salud, a pesar de que su hermano Rafael y el doctor Mozo le dijeron que no tenía importancia.



Sentado en una butaca de flores estampadas, con una bata marrón por encima, contempla en el salón, junto a la antigua espingarda, aquel retrato de Zuloaga donde el trianero aparece en su máximo apogeo. En aquel  momento, se acordaría de su eterno amigo, rival y compañero, José Gómez Ortega. Entonces, sentiría celos de la muerte de José en Talavera. “¿Por qué José, y no yo?”, se preguntaría, como tantas otras veces. Desde aquel día, Belmonte diría que Gallito “le había ganado la partida”.



Llega el ocaso, y el pitón astifino del lubricán, derrota con rabia por los campos ganaderos de Utrera. Había llegado de nuevo su hora. Esta vez, su hora definitiva. No podía resistir más. En ese instante, con el drama interior que le acompañó por tantas plazas, soñaría reencontrarse con Joselito y volver a torear juntos en el ruedo de la gloria. Todo ocurre muy deprisa. Como Larra o Marilyn, “El Pasmo” se convierte en mito y leyenda, y la noticia de su fallecimiento comienza a circular por todos los confines del planeta. Belmonte, aquel que tantas veces jugó con la muerte, el inmortal, es, a partir de entonces, historia y memoria del toreo y la cultura. Su vida es comparada en diarios norteamericanos con la de Rodolfo Valentino, Gary Cooper o Búfalo Hill.



En una oscura esquina de Triana, llega hasta el río la voz quebrada y rota de un cante por soleá:




                           Más allá del horizonte
                           se citaba con el tiempo
                           el sueño de Juan Belmonte.

                                                                       
            (Por Rafael Peralta Revuelta, Miembro de la Comisión del Cincuentenario de Juan Belmonte)

Artículo dedicado al Catedrático D. José Sanz Parejo con motivo de su reciente homenaje en Córdoba.

El Profesor Sanz Parejo con el célebre semental Poseído VII
D. José Sanz Parejo en el homenaje que le hizo la UCO.







“Es muy difícil añadir
algo cuando está casi todo dicho. Hace muy pocos días, se rindió un merecido
homenaje a  José Sanz Parejo, caballero y señor del mundo ecuestre. El
área de Reproducción Equina del Hospital Clínico Veterinario situado en el Campus
de Rabanales, en Córdoba, tiene ya su nombre grabado tras inaugurar una placa
conmemorativa en un acto que contó con numerosas personalidades del mundo
equino y universitario. Catedrático de Cirugía y Reproducción, José Sanz Parejo
estudió en Sevilla y, años más tarde, marcaría una época como profesor y
catedrático en la Facultad Veterinaria de Córdoba. Se haría interminable
enumerar los aspectos más destacados de su amplísimo currículum, pero sí
podríamos destacar que dejó una extraordinaria impronta tanto en su prolífico
magisterio como en darle una mayor categoría a su profesión. Siempre innovador,
eficaz y brillante, además de conseguir importantes avances en el ámbito de la
investigación, ha sido  gran impulsor a la hora de crear una asociación
que preservara el histórico caballo español de estirpe cartujana, donde nos ha
dejado sus estudios y conocimientos en obras como «Por las sendas del caballo
de pura raza española».  Considero una osadía analizar la intachable
carrera de alguien tan ejemplar. Por ello, quisiera terminar recordando una
frase la cual tengo por máxima en la vida: «La  competencia sólo asusta a
los incompetentes». Así es José Sanz Parejo, hombre sabio, de enorme espíritu
de trabajo y sacrificio, pero a la vez, de gran sencillez humana. Es, quizás,
su personalidad, la que más me llamó la atención desde niño, admirando en él su
seriedad y un carácter y filosofía única. Ejemplo de generaciones futuras, hoy,
desde el cariño, quisiera sumarme a este dignísimo reconocimiento a quien sigue
siendo maestro por veredas de la amistad, del caballo y de la vida”.

 Publicado
en el diario La Razón: 


“Otro cielo, Romance a los caballos de la gloria”, poesía de Rafael Peralta Revuelta publicada en el nº 39 de la Revista “A La Vaquera”.


 
Otro cielo ( Romance a los caballos de la gloria
                                                                                                  En homenaje a Antonio Pérez
Estoy seguro, Señor,
que arriba existe otro cielo
de praderas celestiales
con los caballos más buenos.
Allí estarán Centenaria,
Ingenioso y Gallareto,
Opus, Sudeste, Neptuno,
Ruiseñor y Lisonjero,
Lirón, Indiano y Ferrolho,
Discutido y Bandolero,
Mercurio, Sol y Cotufa,
Libertador y Soberbio,
Jaquetón y Buena Suerte,
Gaviota y Marismeño.

Porque siempre hay un caballo
detrás de un gran caballero:
José El Gallo y Pandereta,
Águila Blanca y Cañero,
Maravilla y Juan Belmonte,
Ángel Peralta con Wellington
la Espléndida de Don Álvaro,
la jaca de aquel vaquero
que apartaba como nadie
erales de los utreros.
Pasearon por la Feria,
alcanzaron grandes premios…
Caballos, caballos nobles,
¡los reyes del corredero!
Los que en una limonera
iban con aire torero,
los que entregaron sus vidas
y al hombre lo engrandecieron.
Fueron tan grandes caballos
que hasta el corazón nos dieron.
Por eso…                    
             
Por eso sigo pensando
que arriba existe otro cielo
de praderas celestiales
con los caballos más buenos.
                                                  Por Rafael Peralta Revuelta (Revista A La Vaquera, Sept-Oct 2011)

Video. Entrenamiento de doma y rejoneo con los caballos españoles de la Yeguada Agrícola Peralta AVIADOR IX e HILADOR AP.