“Brindis por un caballo torero”, por Rafael Peralta Revuelta. Firma invitada en el portal Burladero.com

El caballo Xelim, toreando en la playa

Brindis
por un caballo torero

Entraba en la
Maestranza mirando al cielo, conociendo el riesgo que conlleva torear a caballo
después de haber llovido sobre la plaza. Y digo conociendo, pues quien desde
este palco os escribe, también vivió muy cerca aquellas corridas matinales en
la que mi padre, como director de lidia, debía decidir –junto con el Presidente
y resto de compañeros- sobre el desarrollo o posible suspensión de la corrida.

Tras el
paseíllo, se podía vislumbrar ciertas partes donde el piso no estaba en las
mejores condiciones que uno desea para la práctica del rejoneo. Sobre todo,
cerca del tercio, junto a la segunda raya de picar, donde el albero se suele
hacer como una pasta resbaladiza tras la retirada de la lona.

Y así fue. La
tragedia de “Xelín” sobrevoló la Maestranza. El percance quedó grabado en la
memoria de todos y, durante todo el desarrollo del festejo, el  recuerdo
hacia el caballo tordo de salida de Rui Fernandes fue permanente.

Me encantó
Fermín. Porque es de los pocos que quedan que guardan las formas clásicas del
toreo a caballo con un sello puramente español. En corridas donde abundan las
monturas mixtas (clara influencia portuguesa), los caballos lusitanos o el
galope a dos pistas por las tablas, para torear al toro con la grupa (suerte
traída de Portugal), es digno de alabar la estampa de un caballero sale a la
plaza como el que viene de pasear por el campo andaluz. La chaquetilla clásica
–azul marino-, los caballos -algunos de Pura Raza Español-, enlazados con la
bandera española,…, las formas puras. Y haciendo el toreo en los medios,
lidiando en la mitad del anillo y no en terrenos de tablas, como muchos hacen
ahora. Los pares de banderillas, de frente, y de poder a poder. Clavando por
derecho y al estribo. Sublimes los cites con ese caballo castaño que tanto
recordaba en un espectacular “tierra a tierra” al célebre “Banderín”.

  El resto
de la corrida, tuvo gran acento portugués. Tras la grave cogida de “Xelín”, Rui
Fernandes resolvió brillantemente con el  caballo albino “Sol”, del hierro
de Peralta. El bayo “Joselito” y “Vivaldi”, rayaron a gran altura. Ventura
estuvo en maestro. En figura indiscutible del arte de Marialva. Porque lo es y
porque lo ha conseguido por méritos propios. Fue espectacular la vuelta al
ruedo que le dio al toro de Bohórquez cosido a la montura de “Nazarí”. Eso es
torear a caballo. Siempre dando los pechos, ajustadísimas las distancias. Al
igual que las piruetas con “Ordóñez”, el hermano de “Morante”, que levantaron a
la plaza de sus asientos. Centauro de Lisboa y de la marisma. Por su forma de
vestir (con chaquetilla verde de terciopelo), y por la forma de clavar las tres
rosas –en la suerte del caracoleo, esto es, en círculos exactos, clavando una
detrás de otra- me recordó a otros centauros marismeños, junto a los que
comenzara a montar –no hace mucho tiempo- en campos de las marismas del
Guadalquivir y de La Puebla del Río. El rejón a lomos de “Califa”, preciso y
certero, hizo que volviera a triunfar con fuerza en la Real Maestranza.

Moura Jr,
Noelia Mota –montando al caballo “Morenés”- y Francisco Palha, cada uno con su
particular forma de sentir el rejoneo, dejaron detalles de su buen hacer bajo
los arcos de la plaza. En cualquier caso, como ocurre con los grandes toreros,
la imagen y el recuerdo de la grave cornada al caballo de Rui Fernandes era
inevitable. Sobre todo al conocer la noticia del fallecimiento del equino, y al
ver las lágrimas desconsoladas del “cavaleiro” portugués. Porque cuando a un
rejoneador se le muere un caballo, se va también, de alguna manera, una parte
de él. Porque, se nos va un fiel compañero, el que siempre estuvo ahí dispuesto
para salvar al rejoneador con torería del peligro. Y, por más que sea un
animal, se sufre como si fuera un amigo o alguien de tu propia familia.

Y uno, que
cruzó la Puerta del Príncipe a pie, y que entró en la Maestranza mirando hacia
arriba, se fue de la misma manera, con los ojos puestos en el azul del cielo de
Sevilla, recordando al caballo que vino desde Méjico para dejar su sangre
torera sobre el albero dorado de la plaza. Por eso, éste, mi humilde brindis va
por ti “Xelín”, gloria del rejoneo, que estás ya en el paraíso torero y en el
olimpo de los elegidos
.
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